Laura estaba fosilizada, aferrada a un cojín del sofá, con todas sus
fuerzas, escuchaba atónita el relato, que Álex estaba rememorando, con todo
lujo de detalles. Álex miró a la mesa que estaba frente al sofá, alargó la
mano, cogió el vaso de agua que le había ofrecido con anterioridad a Laura, se
lo llevó a la boca dando un pequeño sorbo, que le ayudase, rápidamente, a
saciar la sed que sus palabras habían producido en su boca. Apartó el vaso de
sus labios, carnosos y moldeados, para proseguir, quizás, con la representación
de la noche anterior.
-
Te preguntarás que pasó a continuación ¿Verdad?
-
Sí
-
Tendrás que esperar. Creo que deberíamos hacer un
descanso. Tengo que hacer unas llamadas y me parece que por el momento te he
dado demasiada información. Puedes ir asimilándola mientras.
Álex se levantó con cuidado del
sofá, sorteó la mesa, no sin antes hacer una breve parada para mirar de nuevo
hacia el televisor, de su boca brotó un suspiro profundo, reanudó su marcha encaminándose
hacia la puerta de entrada a la casa y salió con paso firme dejando una estela
de incertidumbre girando en torno a Laura.
Ella no pudo reaccionar al
instante, se preguntaba, repetidamente, que podía estar sucediendo. Se quedó
sentada en el sofá, exprimiendo su cerebro, pensando, asimilando, buscando en
su cabeza un mínimo recuerdo que hiciese creíble lo que estaba escuchando pero
sólo pensaba en su mala suerte.
A su mente llegó la imagen de
Miguel, en estos meses se había convertido en su ángel protector, en voz baja
se encomendó a él para salir airosa del duro trance que estaba viviendo y se
levantó de un salto. Giró sus pasos hacia el gran ventanal, que se encontraba
justo detrás del sofá, quizás allí, observando los majestuosos árboles, que
mecían sus ramas al compás del viento, pudiese llegar a una conclusión que
fuese factible para ella.
Tras unos minutos, embriagada por
semejante paisaje, pensó que sus amigos tenían algo que ver en todo lo
sucedido. Es posible que ellos, viendo su espiral de destrucción, quisieran
poner punto y final a tantas noches en blanco que siempre le pasaban factura,
tal vez la mejor manera que encontraron fuese asustarla. Si eso era cierto,
estaba segura que no habían medido la magnitud, puesto que a ella todo lo que
estaba ocurriendo le parecía desmesurado. Llegó también a especular con la
certeza del relato, un temblor le recorrió todo el cuerpo, erizando su piel y
provocando un latido rápido e incesante en su corazón. Si lo que Álex le estaba
describiendo era cierto estaba inmersa en un problema mayor del que pensaba.
Intentó sobreponerse, ahora no
era momento de flaquear, necesitaba toda su cordura y todo el apoyo que pudiese conseguir. Era
posible que Isabel la pudiese ayudar. Era una gran amiga desde la infancia,
siempre pudo confiar en ella en los problemas banales que tuvo a lo largo de su
vida. Fue un gran apoyo en el trance por la muerte de Miguel y constantemente
le sugería que pidiese ayuda profesional para superar sus lagunas nocturnas.
Ella era la persona indicada.
Sorteó rauda el sofá para
dirigirse a su habitación y coger el móvil, era una llamada que ansiaba hacer
lo antes posible, antes de que Álex volviese a irrumpir en su vida con detalles
nuevos que le nublarían de nuevo la razón.
Pasó por delante de la puerta,
que Álex había dejado abierta a su marcha, eludió la mesita, cercana a la
baranda de la escalera, donde dejaba las llaves cada día, una mesa de hierro
negro con forma rectangular no muy vistosa. Se dirigió hacia las escaleras, los
peldaños eran de mármol blanco, en el filo una hilera de madera hacia las
funciones de antideslizante, todo iba a juego con el pasamano, de forma recta
con un leve caracol de madera en su comienzo. Subió solamente un par de ellos cuando
la voz de Álex la sorprendió. Miró angustiada hacia la puerta y se sorprendió
al verlo, no estaba sólo, iba acompañado por un hombre de mediana edad, con
exceso de peso, barba prominente, pelo canoso, sus ojos levemente hundidos eran
de color verdoso y bajo ellos una sombra negra dejaba ver su cansancio
acumulado. Vestía un traje de chaqueta marrón bastante gastado, una camisa
blanca sin corbata y unos zapatos negros con cordones. Era un hombre bastante
siniestro que hizo que Laura se petrificase encima del escalón.
-
Laura, te presento al Inspector Rodríguez de la Policía
Nacional. Quiere hacerte unas preguntas.