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Laura ¿Dónde
estás?- preguntó de nuevo
Ella permanecía inmóvil, asía el
cuchillo con fuerza, con tanta que hasta tenía marcada la empuñadura en su mano
temblorosa. Pese a la presión que estaba soportando intentaba hacer memoria
sobre lo que podía haber sucedido aquella noche para estar viviendo ese momento
pero había tantas lagunas en su mente que parecía un mar desolado por una gran
tormenta.
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Sé que estás aquí Laura. ¿Por qué te escondes? No
tengas miedo, ya lo hablamos ayer.
Ayer, esa palabra resonó con
fuerza en su cabeza. Si pudiese recordar lo que pasó tal vez se sentiría más
tranquila. Era obvio que si ese individuo le quisiera hacer daño ya lo habría
hecho, había transcurrido toda una noche junto a él sin incidencias, o eso
creía. Era imposible que pudiese pensar con claridad bajo esa tensión, dio un
par de golpes a su cabeza para intentar vislumbrar algún recordatorio que le
sirviese y torpemente hizo caer el cuchillo sobre el suelo. Su cara palideció
ante el sonido que había provocado su impericia y comenzó a temblar al escuchar
unos pasos que se dirigían hacia ella.
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Vaya estás aquí. Es verdad que no recuerdas nada. No
llegaba a creerlo pero es cierto. Ven, hablaremos sobre lo sucedido anoche.
Se incorporó como pudo y cogió la
mano que le había tendido ese hombre extraño que parecía conocer demasiado
sobre ella. Se sentía perdida, sus piernas no le respondían así que resignada
se dejó guiar por él sin poner ningún impedimento. Se encaminaron hacia el
salón, esa habitación no distaba mucho del resto de la casa que poseía alejada
de la ciudad, de diseño vanguardista era su lugar favorito para evadirse del
día a día. De gran amplitud, el color gris de las paredes daba paso a un gran
ventanal revestido de un marco color blanco que iluminaba la estancia y abría
paso a la visión de un parque lleno de abetos y pinos donde se podía respirar
serenidad, El mueble principal era una distribución de estanterías negras y
blancas ubicadas de tal forma que hacían una figura similar a la letra M, con
una gran televisión de plasma en el centro y diferentes figuras de diseño
distribuidas entre ellas. En el techo, de color blanco, colgaban dos lámparas grandes
de forma cilíndrica del mismo color de las paredes, una alfombra color negro
sostenía una mesa baja de cristal trasparente de forma ovalada donde se
encontraba depositada el arma, carecía de cuadros en las paredes porque aún
estaba pendiente de escoger los mejores. Un poco más alejada y suspendida en el
techo una hilera de focos cilíndricos iluminaba una mesa de comedor de cristal cuadrada
con seis sillas de cuero blancas, un chaise longue también de cuero color
blanco presidía la sala, allí fue donde la depositó para que se clamase y poder
hablar con detenimiento.
Ella con voz agitada se propuso a
empezar la conversación cuando él la detuvo ofreciéndole un vaso de agua. La
visión del arma la hacía sentir incomoda, no sabía quien era él ni que se
proponía pero se dejó llevar, pensó que ya estaba todo perdido para ella y no
ofreció resistencia. Tomó el vaso y bebió con mimo como si fuese lo último que
llegaría a tomar.
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Entonces no recuerdas nada – interrumpió él
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No, mis noches están borrosas para mí. No consigo saber
qué pasó durante ese tiempo y me despierto sin recuerdos de ninguna clase. ¿Quién eres?
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Perdona no me he presentado. Me llamo Alex. Me
contrataste ayer.