viernes, 5 de octubre de 2012

A ver que os parece...

       

Laura lo miraba atónita, sin que ninguna palabra pudiera salir de su boca. Tenía incrustada su mirada en el televisor, que aún humeaba, por el cortocircuito que había producido el disparo y escuchaba, sin querer reconocer a la persona que Álex describía en su relato. Álex la miró condescendiente y continuó hablando.

 

-          Pasamos parte de la noche en mi despacho. Hablé contigo con detenimiento, intentando recomponer los hechos acontecidos pero existían muchas lagunas en tu mente que no fui capaz de restaurar. Lo único que conseguí que me contases fue esto.

 

“Eran las 21h, llovía con intensidad y el cielo tenía un color anaranjado. Caminabas por un barrio no muy recomendable de la ciudad, sin paraguas, por una calle solitaria y sombría llena de almacenes cerrados y callejones de luz tenue. Conseguí entender que buscabas un lugar donde poder comprar alcohol de calidad a precio asequible. Mencionaste que habías perdido la noción del tiempo desde que saliste de trabajar aquella tarde. No recordabas haber coincidido con ningún conocido que pudiese llegar a explicar lo que sucedió desde las 19h hasta que llegaste a mi puerta y no sabias cómo llegaste a ese lugar. Comentaste que ibas distraída mirando a la nada, borracha y bastante divertida con tu proeza, llegar hasta allí había resultado toda una odisea y tenías la adrenalina al límite. Ibas buscando el lugar que te había indicado algún extraño al que pudiste preguntar. Al dar unos pasos viste un contenedor de basura a la izquierda y un ruido te hizo girar tu cabeza directamente hacia el sonido, un hombre salió de la oscuridad de uno de los callejones y se dirigió hacia tí. No supiste darme una descripción de aquel individuo, sólo conseguiste recordar que llevaba un objeto brillante en la mano. A partir de ese momento tu mente y tus recuerdos se evaporan, hasta que llegaste a mi despacho una hora y 20km más tarde, con una pistola en el bolso.”

 

-          Sigue, por favor.

-          Bueno, no supiste referir con exactitud el lugar en el que habías estado, así que después de lo que había escuchado de tus labios decidí que era buena idea investigar un poco. Pese a la hora y a la poca información, que había recibido de tí, estaba entusiasmado con el misterio que se había detenido frente a mí, llamando mi atención mediante un golpe en la puerta. Salimos de mi despacho por la puerta de emergencia, no quería que ningún vecino te viese en ese estado. Nos dirigimos al garaje, en el montacargas, al llegar caminamos hacia mi coche, un BMW X6, de cinco puertas, color blanco y pese a tus constantes reparos, conseguí que te subieras en el para poder ir a buscar alguna prueba de lo que me habías contado. Después de examinar miles de calles sombrías, por toda la ciudad, a las 3 de la madrugada dimos con una calle que se parecía a la que narrabas en tu escueto relato, era tal y como la describiste, lúgubre y anodina, con una hilera de persianas de hierro a la espera de una hora decente, para ser abiertas y comenzar la jornada. Empezamos a recorrerla por el extremo más cercano a la carretera, pensé que quizás podías haber comenzado tu aventura por ese lugar, buscando un indicio de lo que pudo haber pasado. La calle mediría 500 metros más o menos, justo en la mitad, a la entrada de un callejón oscuro, sin salida, en el que sólo había un contenedor de basura color verde, caí en la cuenta de que era el sitio exacto que me habías descrito. Nos detuvimos y presté atención a algo sospechoso que había en el suelo. Me agaché para tocar una mancha asimétrica, no más grande que la palma de mi mano, color rojo intenso. Debido a la humedad de la ciudad y tal vez a la hora, aún estaba acuosa. Al posar mi dedo en el suelo y comprobar la textura no tuve ninguna duda, se trataba de sangre. Gracias a mi postura pude observar que, frente a mí, existía un rastro de pequeñas manchas rojas. Las fuimos recorriendo hasta que dimos con un importante charco del mismo color. Me incliné y tomé una muestra, con los fieles bastoncillos, que siempre me acompañan, quizás más adelante podría llevarlo al laboratorio para analizarlo con detenimiento. Te miré atónito mientras buscabas por tu cuerpo alguna herida, que pudiese haber provocado ese rastro de sangre, pero no tuviste éxito. Tu cara se tornó casi sepulcral, te sentaste en el suelo, pusiste la cabeza entre tus piernas y comenzaste a llorar. En ese momento escuchamos el ruido de un motor. Te levanté con rapidez y nos escondimos en uno de los callejones, detrás de unas cajas de cartón apiladas, favorablemente, para observar lo que pasaría a continuación.